Curioso el dato. Los equipos sudamericanos que se enfrentaron entre sí, empataron: Argentina 1, Bolivia 1; Brasil 0, Venezuela 0; Paraguay 0, Ecuador 0; Uruguay 1, Perú 1. Y los únicos dos sudamericanos que ganaron lo hicieron contra centroamericanos, que por su parte no enviaron sus nóminas completas: Colombia 1, Costa Rica 0; y Chile 2, México 1.

Mirado así a primera vista, realmente estamos parejos después de 95 años de jugarse la Copa América, que comenzó con las selecciones del sur: Argentina, Brasil, Uruguay y Chile en 1916, en Argentina.

Esos cuatro pioneros la siguieron jugando hasta 1921, cuando entró Paraguay; Bolivia apareció en 1926; en 1927 se agregó Perú; en 1939 se incorporó Ecuador; Colombia lo hizo en 1945, y en 1967 ingresó Venezuela.

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Pero no es mi intención escribir la historia sino que ello nos sirve más como tesis para señalar que en aquellos años iniciales, y a medida que se agregaban los países del norte de Sudamérica en sus comienzos se tragaban las goleadas. Todavía recuerdo que en 1942 a Ecuador Argentina le ganó 12-0 y en mis 8 años y ya hincha, lloré amargamente.

Ahora viene la antítesis. Esas goleadas pueden darse por casualidad, pero la norma ascendente es la equiparación futbolística de este sur continente. ¿Por qué? Fundamentalmente por el desarrollo físico muy parejo con todos y las aplicaciones tácticas que nos enseñan. Hay que reconocerlo: los técnicos extranjeros y los nacionales que también aprenden.

Como síntesis de esta explicación, que presume de dialéctica, solo queda por equiparar la excelente técnica individual de los jugadores del Cono Sur. Pero el fútbol sudamericano está equiparado aunque todavía existen, lo repito, diferencias individuales.

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Para terminar, ¿se imaginaban un empate a 1 entre Argentina y Bolivia? ¿O también el 0-0 entre Brasil y Venezuela? Y luego llegamos a lo que nos interesa, el empate entre Paraguay y Ecuador.

Decididamente fue justo en tanto los ataques que los dos equipos fueron alternados. Paraguay tuvo tres posibilidades netas de gol que los resolvió brillantemente Marcelo Elizaga. Pero Ecuador la tuvo más clara en una sola ocasión, que fue maniobrada por Christian Benítez, quien la perdió.

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De ese juego el concepto es claro: fue netamente parejo. ¿Quién “perdió”? Paraguay, por historia. No se ha superado en relación a su antiguo juego. ¿Quién ganó? Ecuador, que mostró históricamente hablando, un sostenido crecimiento.

¿Cuáles son las perspectivas con Venezuela? Yo diría que buenas. Veamos por qué. Venezuela hizo un buen juego defensivo contra Brasil, sus piezas se movían casi mecánicamente y les salió perfecto el esquema. Pero a ratos parecían el gato y el ratón, ¿por qué? Porque Venezuela virtualmente no atacó, es decir, circulaba la pelota cuando la tenía hasta sus centrocampistas, pero al intentar ir al ataque llegaban a pelotazos. Cuidaban celosamente su fortaleza defensiva porque si salían los bloques al ataque quedaban descubiertos ante Neymar y los suyos.

Esa estrategia vinotinto es una ventaja para Ecuador. Contra nosotros no la pueden mantener. Los llaneros, al sentirse seguros por su rendimiento frente al Brasil, saldrán esta vez a atacar a Ecuador y estirarán sus líneas. ¿Cómo anda el ataque ecuatoriano? Allí está el problema. Benítez, muy individualista; Felipe Caicedo lento, falto de chispa y esperando cómodamente. Entonces, ¿de dónde deben venir los goles? Del trabajo de los centrocampistas y laterales. ¿Es posible esto? Sí, pero tiene que incluir de entrada tres centrocampistas con pegada: Cristian Noboa, Michael Arroyo y David Quiroz.