Es el fútbol actual: nadie gana antes de jugar. Ni siquiera Brasil a Venezuela. Eso por un lado. Por el otro, lo que siempre decimos: en Sudamérica no hay Maltas ni Andorras; no hay Vanuatus ni Bélices. No hay islitas a las que se golea 31-0. Futbolísticamente, acá todo es difícil, parejo, complicado.

Una vez nos lo confesó Cafú, el recordado lateral brasileño: “La Eliminatoria sudamericana es durísima, hasta Venezuela te puede tumbar”. ¡Qué enorme verdad! Lo demostró Bolivia el viernes pasado, empatando a 1 con Argentina como visitante. Lo ratificó Venezuela ayer, igualando a 0 con Brasil. Y atención: no lo hizo ni a la desesperada, ni colgado del travesaño, ni sufriendo. Fue todo tan cómodo y tranquilo que ni la palabra hazaña le cabe.

Y cuidado, nadie podrá argumentar que Brasil se tomó con soda la Copa América. Este es el único torneo oficial, junto con la Copa Confederaciones 2013, que tendrá la verdeamarilla para calentar motores y experimentar en serio durante el camino a su Mundial. Brasil terminó con cinco hombres ofensivos en cancha: Neymar, Fred, Lucas, Ganso y Elano. Síntoma claro de que pretendía la victoria.

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No se le dio por culpas propias y méritos ajenos, algo similar a lo acontecido con Argentina. Nombre por nombre, Brasil es tres veces más que Venezuela, pero ocurre que en este fútbol de gran preeminencia física, un equipo bien trabajado, respaldado por una táctica y un entrenador inteligente, complica a cualquiera, incluso al pentacampeón mundial.

La Vinotinto pareció haber copiado la actuación boliviana. Se paró bien, jugó con personalidad y serenidad, ejerció una constante presión en el medio (la marca que obliga al error, desarticula jugadas, las ensucia) y, cuando tuvo la bola, nunca la revoleó. Trató de jugarla al pie, cuidarla. No atesorar el balón frente a Brasil es lisa y llanamente un intento de suicidio. Careció de penetración (en eso Bolivia fue más incisivo) y sus dos atacantes (Salomón Rondón y Nicolás Fedor) mostraron una blandura excesiva. Pero le rebanó un empate al gigante, plagado de nombres lustrosos.

país de béisbol

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Roberto Scarone, técnico uruguayo bicampeón de la Libertadores con Peñarol, lo graficó con humor hace 50 años. “Antes nosotros íbamos a muchos países (hablaba del Pacífico) y nos salían a jugar a caballo y con paraguas; ahora cualquier equipito se para bien y te complica”. Una verdad enorme: todos están informados. Venezuela era un país de béisbol y coleccionaba goleadas en contra, ahora da una sorpresa tras otra. Tanto que ya dejó de ser sorpresa.

¿Y Brasil…? Como quien suelta un globo que gana el cielo, aflojó los dedos y se le escaparon dos puntos de oro. Y ahora tendrá dos rivales más fuertes en el grupo: Paraguay y Ecuador. Pero ese no es el punto, sino el juego. Más allá de la fantástica capacidad de Dani Alves, de la seriedad imperturbable de Lucio y la peligrosidad de Alexandre Pato (mal sacado por Mano Menezes), no elaboró fútbol, careció del volumen de juego necesario para quebrar el orden y el agrupamiento defensivo del adversario.

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¡Qué tema Ganso!

También Robinho fue mal sustituido. Había generado ciertos problemas al fondo de Venezuela. Pero quedó en campo Paulo Henrique Ganso. ¡Qué tema Ganso! En Brasil es considerado un prodigio técnico, un nuevo fenómeno del fútbol. De lo que se ha visto hasta ahora internacionalmente (en Copa Libertadores y Selección Brasileña) es un jugador muy lento, hábil, es cierto, que casi no participa del juego. Un joven sin cambio de ritmo ni aceleración, no complicado de anular. Santos ha fijado su cláusula de rescisión en $ 70 millones. Muy difícilmente que un club europeo pague tal fortuna por un futbolista de tan escasa dinámica. En Arabia puede ser, en China o en Rusia también.

El frío glacial de ayer en La Plata, con temperatura bajo cero, pudo haber influido en el juego de Brasil, pensamos en un momento.

Sin embargo, nueve titulares del Scracht actúan en Europa incluso hasta con nieve, están habituados.

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“La Copa de las sorpresas”, tituló el diario La Nación de Buenos Aires. Vale la pregunta: ¿son sorpresas…?