Por Jorge Barraza (jbarraza@sinectis.com.ar)
.- Bello escenario -stop- bonita aunque frugal ceremonia de inauguración -stop- frío cruel -stop- partido discreto -stop- desencanto enorme -stop-.

Ese podría ser el resumen tipo telegrama de la apertura de la Copa América 2011. Cuando se iban, empujados por la helada de la medianoche y la decepción por su equipo, los hinchas argentinos ya no pensaban en el hermoso estadio platense ni en el espectáculo previo ni en la canción de la Copa entonada por Diego Torres. Salían tratando de contestarse una pregunta que se formulaban ellos mismos: ¿Cómo se arregla esto.? "Esto" es la selección argentina, un equipo con nombres rutilantes y juego decididamente opaco.

Muchos esperaban que Argentina le devolviera a Bolivia el afrentoso 6-1 de la última Eliminatoria. No le pudo devolver nada. Apenas rascó un empate que lo deja vivo. No perdió porque el arquero Romero arañó con la costura de su guante derecho la pelota que parecía el irremediable 2-0 a favor de Evo Morales. Eso transformaba en histórica la noche. Tan histórica como el descenso de River. Iban 65 minutos. Suponía una estocada de muerte.

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Lloraba en el vestuario Marcelo Martins Moreno tras el partido. Sabía que perdió una ocasión preciosa para dar el golpe de nocaut y cerrar el resultado. Argentina hubiese quedado asombrada, atontada, confundida, inerme. Pero Martins falló y dejó abierto el marcador. Y el Kun Agüero selló un empate que evitó la catástrofe. ¿O cómo catalogar una caída ante Bolivia en la inauguración de su Copa.?

De todos modos, el empate ingresa en los anales: es la primera vez en la historia que Bolivia le saca un punto a Argentina en carácter de visitante.

Fue el choque de un equipo (Bolivia) frente a once jugadores (Argentina). Gustavo Quinteros, un sujeto inteligente, sagaz, que coronó a tres clubes campeones en serie antes de asumir el mando de la selección boliviana (Blooming, Bolívar y Oriente Petrolero), hizo un aprovechamiento magistral de sus modestos recursos. A partir de la bandera del orden, hizo una ocupación magnífica de los espacios (esa extraordinaria virtud de los europeos; mientras nosotros privilegiamos casi exclusivamente el manejo la pelota, ellos cubren con equidistancia los espacios, lo cual reduce riesgos). Defendió con acierto y dignidad, Bolivia, sin revolear nunca la pelota, tejió una red de contención para los medios argentinos y jamás renunció a la ofensiva. De hecho, con el 1-1, Juan Carlos Arce elaboró una habilísima maniobra por derecha, con dos amagues incluidos, que casi le da el 2-1 a la visita.

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Bolivia no necesitó marca hombre a hombre sobre Messi, tapó a sus posibles receptores, no le permitió articular circuitos de juego. Bella sorpresa boliviana: dará batalla en la Eliminatoria, es un equipo, nadie aplastará a la camiseta verde.

De los doce entrenadores presentes en esta Copa América, cinco son argentinos: Sergio Batista, Claudio Borghi (Chile), Gustavo Quinteros (Bolivia), Ricardo Lavolpe (Costa Rica) y Gerardo Martino (Paraguay). El único que nunca fue campeón en un club es el técnico de la celeste y blanca. Llegó al cargo por su chapa de futbolista campeón del mundo, no por sus conquistas como conductor, que no las tuvo. Cierta corriente pedía una reivindicación hacia la generación de México 1986 y se les dio trabajo a varios.

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El hincha no lo aprobó nunca a Batista. Y el viernes pasado perdió más crédito todavía. Lo ayudó el hartazgo de buena parte de la gente hacia Maradona. Ahora tiene que mostrar lo suyo. Y no aparece. "Hay jugadores como para sacar esto adelante", declaró el comandante de la nave en peligro. Pero ¿qué es "sacar esto adelante".? ¿Clasificar a segunda fase.? El público espera mucho más que eso. Quiere un equipo, un barco confiable con el cual poder llegar a puerto.

Cuatro puntos son fundamentales en la tarea del seleccionador: 1) Elegir los mejores jugadores. 2) Conjuntarlos en derredor de una táctica adecuada. 3) Infundir moral. 4) Generar armonía en el grupo. Al menos las tres primeras quedaron en duda en el estreno frente a Bolivia.

Pero la premisa base es saber elegir, porque está demostrado que con todas las tácticas se gana, pero con todos los jugadores no. Y en eso ha fallado Checho. Lavezzi no tiene nivel para una selección nacional; a Tévez se lo impuso la opinión pública; los nombres de la defensa son todos discutibles.

Cuando arranca un torneo, de no mediar lesiones o suspensiones, el técnico presenta el equipo que más le gusta. Sobre todo este caso, de local y frente al siempre considerado débil fútbol boliviano. Pero si estos once son los favoritos de Batista. Si esto es lo que puede dar ante un equipo que simplemente se le paró ordenadamente enfrente, es, como mínimo, inquietante. Argentina no tuvo idea de cómo ganar el partido. Y más que eso, de cómo progresar en el campo. A la tribuna le importó mucho menos el empate que el juego, advirtió que faltan planes. Y que la Eliminatoria que viene puede ser sufrida en extremo.

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"¿Y Messi.?", cuestionan los simplistas, los que creen que un jugador puede ganar solo. Esto es fútbol, un juego de once. Es muy difícil destacar sin acompañamiento. A diferencia del Barcelona, Lionel no tuvo casi nunca opciones de descarga. Es un jugador de equipo, Messi. No juega al Llanero Solitario. Sin laderos que se junten y le permitan explotar el máximo de su potencial, no lo va a conseguir. Barcelona es una suma de engranajes que optimizan sus virtudes. Luego él hace ganar a los engranajes. Pero parte desde ellos.

Es poco serio juzgar por el primer partido. De modo que hay que esperar el segundo. Y el tercero. Sin embargo, había millones de globos inflados de ilusión. Muchos se pincharon ante Bolivia.