La de 1916 era una Buenos Aires opulenta, cosmopolita y elegante, de calles empedradas y negocios coquetos. Una urbe al sur del sur que rivalizaba con París, Londres, Berlín, Nueva York. Tres años antes había inaugurado su primera línea de subterráneos. El puerto era un hervidero y los ferrocarriles ingleses partían de la metrópoli abriendo surcos en todas las direcciones. Un ritmo nuevo, cadencioso y propio tomaba forma con el nombre de tango y un jovencito de 19 años llamado Carlos Gardel estaba a punto de grabar su primer éxito en el género: Mi noche triste. Esa Buenos Aires progresista, romántica e inmigrante dio vida a la primera Copa América de la historia. Se invitó a Brasil, Chile y Uruguay. Y se puso un escenario acorde: el magnífico coliseo de Gimnasia y Esgrima, en Palermo.