Por sus récords y estadísticas, algunos de los cuales aún perduran, Lou Gehrig es considerado uno de los mejores peloteros en toda la historia del béisbol, que jugó la primera base de los Yankees de Nueva York.

Una de las facetas más notables fue su poder ofensivo y sus 2.130 juegos consecutivos. Fue escogido como el mejor primera base de todos los tiempos. Asistió a seis juegos de estrellas, disparó 23 jonrones con bases llenas (Grand Slam), trece temporadas anotó más de cien carreras, tres campeonatos de bateo, dos veces el MVP de la Liga Americana, triple corona en 1934, con promedio general de bateo de 320, 439 cuadrangulares y con 1.995 carreras impulsadas.

Lo curioso de este extraordinario jugador fue que muchas de las fechas más importantes de su vida le ocurrieron en el mes de junio. Nació el 19 de junio de 1903 en la ciudad de Nueva York, hijo de emigrantes alemanes. Fue descubierto por un scout cuando disparó largo jonrón jugando por la universidad de Columbia un 26 de junio de 1920, cuando tenía 17 años. Debutó en las mayores un 2 de junio de 1925. Fue el primer toletero en batear cuatro cuadrangulares en un partido el 3 de junio de 1932. El 30 de junio de 1934 disparó tres triples en un solo juego.

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Un cronista descubrió que este pelotero había participado en la totalidad de los juegos de los Yankees lo que resultó una estupenda noticia que conmovió a toda la nación, hasta llegar a los 2.130 juegos consecutivos, razón por lo que lo empezaron a llamar el ‘Caballo de hierro’.

En la temporada de 1938 sus números empezaron a decaer y sus fuerzas habían disminuido. Corría con dificultad las bases y cuando debió hacer una jugada en la primera base llegó con muchos problemas.

El 2 de mayo del mismo año, los Yankees estaban de visita en Detroit y Lou Gehrig se presentó ante su mánager Joe Mc Carthy y le pidió que lo dejara fuera de la titularidad. El timonel le dijo: “¡Está bien!, pero recuerda que la primera base te pertenece. Volverás a ser titular cuando tú quieras”.

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Como Lou era el capitán del equipo se presentó ante el árbitro para entregar la alineación y por los parlantes del Briggs Stadium se escuchó que Gehrig no será titular, cortaba la racha y recibió una cerrada ovación.

El 19 de junio de 1939 se confirma que Lou Gehrig sufría “esclerosis lateral amiotrófica” un mal degenerativo que luego se la llamó la enfermedad “Lou Gehrig”. El 4 de julio de 1939 en el estadio de los Yankees que contó con 61.808 fanáticos efectuaron la ceremonia de su despedida, en el que le entregaron placas, trofeos y retiraron por primera vez el número 4 de su uniforme.

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Los peloteros se congregaron en el terreno de juego. Gehrig contemplaba, con las manos en los bolsillos del pantalón agarrando su gorra y con la cabeza inclinada, para que nadie notara la tremenda emoción. Después que el general James Farley, director de correos y el alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, hicieron el panegírico, el micrófono le fue entregado para que pronunciara algunas palabras... pero Gehrig siguió con la mirada fija hacia el suelo sin decir nada. .. las palabras no le salían.

El mánager Joe McCarthy se le acercó y golpeándole suavemente en la espalda, le dijo: “Vamos, muchacho, ¿qué es lo que pasa?”. Gehrig, con los ojos humedecidos por las lágrimas, contempló a la enorme multitud de fanáticos, que enmudeció como por arte de magia. Entonces... se escuchó su voz: “Cuántos jóvenes jugadores darían todo lo que tienen para actuar para ustedes, como lo hice yo todos estos años. Ustedes han leído en la prensa, acerca de mis problemas durante varias semanas, pero les puedo asegurar que en estos momentos soy el hombre más feliz sobre la faz de la tierra”.

Sus sinceras y humildes palabras, habían conmovido a todos los presentes y muchos fueron los aficionados que disimuladamente sacaron los pañuelos para enjugar unas lágrimas y ocultar un sollozo ante uno de los discursos más hermosos, dramáticos y conmovedores jamás escuchados en un estadio expresado por un verdadero caballero, de gran sencillez, que jamás estuvo envuelto en ningún escándalo, que día a día sudó la camiseta rayada de los Yankees y que dejaba todo en el campo de juego.