Por Jorge Barraza (jorge.barraza@conmebol.com)
.- El pequeño estadio Urbano Caldeira, del Santos, nunca pareció mejor bautizado que esa noche de agosto de 1962: era una caldera. Sin Pelé, el Ballet Blanco vencía a Peñarol 2-1 por la final de la Libertadores, entonces tan ríspida y borrascosa. Pero, en cuatro minutos, con goles de Spencer y Sasía, los aurinegros se pusieron 3-2 arriba.