Por Jorge Barraza (jorge.barraza@conmebol.com)
.- Él nunca quiere renovar contrato por más de un año, aunque el Barcelona le ofrecería diez. Cruyff deslizó que Pep se iba después de Wembley y toda Cataluña entró en pánico, rezó para que se quede. En la rueda de prensa post Manchester, Josep Guardiola despejó las dudas: "Seguiré un año más, lo tengo firmado, luego ya veremos".

Después de tres años de exhibición tras exhibición, de conquistas y de gloria, al final de cada partido del Barça nos preguntamos: ¿Cuánto más es capaz de dar este equipo? ¿Cuándo se hartará de ganar.? ¿En qué momento surgirán las primeras grietas de discordia dentro del grupo.? En resumen: ¿cuándo se extinguirá esta maravilla futbolística?

Seguramente no ha de ser cuando se retire Xavi, su comandante en jefe, tampoco cuando se sienta viejo y pesado Carles Puyol. Ni cuando las piernas de Lionel Messi pierdan frescura y velocidad.

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No. Será cuando Guardiola diga adiós y se lleve con él la fuerza fabulosa de su convicción. La que aprendió de Cruyff, la que mamó de jovencito en La Masía, pero la que él elevó al límite de la perfección con un rigor casi sagrado: nadie puede revolear la pelota; aun en situaciones apremiantes hay que salir jugando; ni el arquero está autorizado al pelotazo; el toque debe ser como la respiración, continuo, rítmico, sereno. Y atacar, atacar, atacar. Y defender, defender, defender. Y una vez recuperado el balón, tocar, tocar tocar hasta apabullar al rival. Y nunca hacer tiempo ni buscar la falta ni especular con el resultado ni ampararse en la condición de visitante. Jamás renunciar a la idea.

¡Qué fantástica capacidad de liderazgo y persuasión ha de tener un individuo para lograr que un grupo de deportistas de élite la recoja y la aplique tan a rajatabla.!

Sin buenos futbolistas ningún técnico hace milagros. Se sabe. Y sin geniales artistas como Xavi o Messi, Guardiola no sería el celebrado director de orquesta que es. Pero ni Xavi ni Messi, y menos los otros, jugarían como lo hacen sin el gran guía que ocupa el banquillo. Estos mismos cracks vienen de antes, con Frank Rijkaard. Y jugaban bastante bien, pero estaban a años luz de este ballet.

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Guardiola ha logrado lo que todos los entrenadores soñaron alguna vez: tener un equipo casi invencible, audaz, que gane, guste y golee, que derrumbe toda oposición sobreponiéndose al cansancio, a las tácticas adversarias, al aburguesamiento que da el dinero grande. Que mantenga la mística ganadora sin apartarse de la inflexible idea, del dogma casi ascético y fundamentalista de su ideólogo: la estética por encima de todo, aun del resultado.

Marcello Lippi, brillante conductor de la Italia campeona del mundo del 2006, declara hoy: "El Barça es el equipo más fuerte de todos los tiempos. No existe ningún otro que jugara así en el pasado". Y agrega que, a lo largo de la historia ha habido conjuntos "excepcionales", como el Inter del argentino Helenio Herrera o el Milan de Arrigo Sacchi, pero insiste en que el juego azulgrana es "un fenómeno único", que no puede compararse con nada y supone "una revolución" en el ámbito futbolístico.

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Como él, en estos días han comenzado a afirmarlo todos los analistas, exjugadores y técnicos. El fútbol mundial se ha rendido ante una evidencia aplastante. Todo lo conocido hasta hoy eran equipos que acumulaban títulos pero no brillaban, u otros que deleitaban pero les faltaba punch. Hubo, sí, formidables excepciones que han ganado e impactado, Brasil del Mundial 1970, el Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, aunque ninguna unió tal show a la contundencia, y durante tanto tiempo.

El superlaureado DT alemán Ottmar Hitzfeld, vencedor de dos Copas de Europa entre otra carrada de honores, coincide con Lippi. "Es el equipo más inteligente de la historia", dice. Y ejemplifica: "El Manchester United pertenece a lo más alto de élite europea, pero el Barcelona está todavía una clase por encima". Y destaca a Pep como "el gran arquitecto del éxito".

Para cualquier comparación con el pasado es determinante considerar la velocidad del fútbol actual y la presión sobre la pelota y sobre el rival. Antiguamente el juego era más posicional, se dejaba al rival tomar el balón y venirse, se permitía pensar. No es que no se marcara, como se dice erróneamente. Se marcaba, pero el defensa lo hacía una vez que el atacante llegaba a su posición.

Y se pegaba el triple que hoy, pero un tópico es pegar y otro marcar a presión, lo que dificulta el armado de juego, ensucia y desbarata la maniobra del oponente. Y en materia de goles, los arqueros actuales son ampliamente superiores a los de 40 años y más atrás por una simple cuestión de experiencia acumulada, de evolución del puesto. Por ello el mérito del Barcelona es inmenso. Ha conseguido lo que nadie con los obstáculos actuales.

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Es altamente posible que la próxima liga española le cueste mucho más esfuerzo que las tres anteriores. Y acaso no la gane. Le será complicado mantener tanto nivel frente un rival feroz como el Madrid, poderosísimo, que además tendrá ya un año de trabajo con Mourinho y dejará la vida por destronarlo. Le va el honor en el intento. Pero allí veremos una vez más el talento de Guardiola, que ha condensado a todos sus ilustres antecesores, como Rinus Michels, Telé Santana, Helenio Herrera, César Luis Menotti, Alex Ferguson, el propio Lippi, Mourinho mismo y todos los que han vivido para alcanzar esta perfección de belleza y resultados.

¿Estamos frente a un iluminado? Lo sabremos el día que Josep Guardiola deje el Barcelona. Allí veremos si logra implantar su idea en otro club, con otros jugadores, incluso en otro país, con idioma y mentalidades diferentes.