Desde afuera, en los vidrios del lugar se dibujan siluetas de edificaciones citadinas, y por dentro, las paredes de un color morado pastel rodean a los comensales. No hay muchos indicios del tipo de comida que se sirve, excepto por un par de gatos dorados con rojo sobre la caja de cobros que mueven una pata como si saludaran a quienes entran.