Por razones diversas acabo de estar en Chile, sociedad con fallas como toda organización humana, pero que en muchos campos nos puede y debe servir de ejemplo. Empezando por la capacidad de actuar individualmente con responsabilidad, pero pensar colectivamente. El tráfico es el mejor ejemplo. No hay un solo auto que no pare para dar prioridad a los peatones (acá el transeúnte vive atemorizado ante los vehículos, incluso cuando se le ofrece la prioridad, duda en aprovecharla por terror). No hay ningún ciudadano al que se le ocurra sobornar a un policía, sabe que será rechazado y sancionado como debe ser, los “dolaritos para las colas” no existen. Hay respeto a la autoridad, ganado con resultados.
Esto mismo se refleja en la vida política, que guste o no, es parte importante de la organización colectiva. Hay una relativa y suficiente aceptación de la clase política. Suficiente dentro de lo justo y necesario: se acepta la labor de los gobernantes pero no se los endiosa. Los apoyos electorales se basan en la existencia de partidos políticos estructurados y en el carisma personal, no hay monopolio mental de unos u otros. Hay miembros del Gobierno actual y anterior con problemas legales por actos de corrupción, que se trata de ocultar pero florecen (algunos sin duda escapan entre las redes).
Chile ha logrado en los últimos 30 años mantener una línea responsable y creativa. Nunca se le ocurrió declarar la deuda externa ilegítima, más bien hicieron el esfuerzo de compartir los problemas con los acreedores vía mecanismos como el cambio de deuda por activos (“tú me rebajas la deuda, yo te doy activos por desarrollar”). En seguridad social aceptaron que el sistema de reparto (como en el Ecuador, todos aportamos a una caja común monopólica) no tiene futuro, no es ni eficiente ni equitativo, y fueron pioneros hacia un sistema en que cada uno lleva su propia cuenta de ahorros para la jubilación y se complementa con un pilar solidario de ayuda a los que no alcanzan una pensión mínima. Han apostado a la educación (aunque aún aceptan mil falencias y debilidades), en base a un esfuerzo público-privado amplio (aquí le apostamos a que solo la educación pública es la gran solución), el Estado apoya a que los menos favorecidos vayan donde encuentran oportunidades otorgándoles bonos educativos y todo el sistema está sometido a escrutinio (en los periódicos se publican los resultados de pruebas nacionales, establecimiento por establecimiento). Pero la política social no solo está basada en dar bonos, sino exigir responsabilidad. Ya llevan 20 años de un sistema de fondos de estabilización del cobre que permite mantener una esencial inversión en estabilidad (mientras nuestros fondos, aunque quizás no eran los mejores, los eliminamos en Montecristi). Finalmente se han abierto, vía tratados de comercio, a todas las latitudes (mientras nosotros temblamos ante la apertura a la competencia mundial). Tampoco los gobernantes pasan su tiempo enjuiciando o encarcelando a medio mundo... ¿Hay algo por aprender? ¿O nuestros gobernantes han perdido esa capacidad?