“Eran las 04:00, nosotros estábamos durmiendo y de repente empezamos a escuchar que la casa traqueteaba. Me levanté rápido y saqué a los niños, ellos ni se querían despertar. En cinco minutos ya todas las casas se habían hundido. No tuvimos tiempo de sacar más nada”, comentó Mariela Martillo, quien a las 10:00 de ayer descansaba junto a sus tres hijos afuera de la vivienda de una vecina, en la orilla del estero Salado, en la cooperativa Esmeraldas Chiquito, en el sur de la ciudad.