Ya es evidente que la Constitución de Montecristi es una verdadera basura desde el punto de vista legal y también del social. En el funcionamiento de cada una de las instituciones que tal documento establece, se ven cotidianamente los perjuicios que causa una redacción apurada, conceptos confusos, la suma de contradicciones y el efecto perverso de la viveza criolla que contamina como un cáncer a todo este documento.
Al analizar las causas de que hayamos llegado a esta desastrosa norma legal, podemos identificar varios factores. La primera de ellas, claro está, es la oportunista e irresponsable conducción política del proceso que sacrificó el interés del país a una desesperada ambición de poder. Pero hay otros factores adicionales. ¿Qué sucedió con los jóvenes y prometedores políticos de la Asamblea que parecían conocer algo de derecho? ¿Se intoxicaron con su propia vanidad y no pudieron ver que las novelerías que bebían de los juristas de segunda mano, importados por la revolución ciudadana, no les eximían de la necesidad de un trabajo con calidad y con responsabilidad?
Pero podemos ir más allá. ¿Qué paso con todos los que fueron cómplices del golpe de Estado dado al Congreso, pisoteando leyes, principios y procedimientos? ¿O de la toma violenta del Tribunal Constitucional?
Pero la verdad es que ni siquiera quedan allí las cosas. La basura constitucional que hoy día sufrimos se debe fundamentalmente a que, en el momento oportuno, no existió en la sociedad una capacidad de defender un régimen de derecho. En realidad, nuestras élites, nuestros políticos, venían destruyendo esa posibilidad desde hace muchos años.
Podemos preguntarnos también por qué sigue vigente todavía el original mamarracho de Montecristi. La primera respuesta es que, bajo el ropaje de avanzada, de neoconstitucionalismo y de todas las novelerías retóricas, este simulacro constitucional sirve perfectamente a los intereses de quienes detestan la idea de una Constitución y la de los derechos que de esta se derivan. Sirve a quienes odian que haya límites a los poderosos. Esto muestra que detestan la idea de la igualdad que una Constitución de verdad impulsaría.
En Alianza PAIS, saben que esta Constitución es basura. Se mueren de terror de que un gobernante que no sea de su partido se imponga con semejante marco legal. Pero no les importa, pues ellos apuestan a estar cerca del dictador, y su ambición de poder les lleva a sumarse a esa corriente perversa que les ofrece la expectativa de subir un peldaño más en su carrera de oportunismo, cayendo con ello pisos enteros hacia la corrupción política.
Pero nuestro problema es encontrar la salida. Ya no es suficiente criticar los miles de defectos del texto imperante. El problema fundamental es construir una sociedad que asuma y se comprometa con la idea de vivir en un régimen constitucional.
Eso, Rafael Vicente no lo puede entender, no lo puede aceptar. Tampoco sus aduladores. Pero el futuro del Ecuador lo exige. Tenemos la obligación de encontrar el camino para construirlo.
Tomado de Diario Hoy, del 15 de septiembre del 2010.