Simón Pachano
Hay pistas que permiten sospechar que el líder máximo está dando un giro en sus ideas económicas. Parecería que está transitando desde el socialismo del siglo XXI (que nunca cambió la patente sacada en el siglo XIX) hacia una forma de capitalismo dirigido y fuertemente controlado, como el de algunos tigres asiáticos. Son pistas y sospechas nada más, porque la sabia e inapelable palabra llega a través de declaraciones que se hacen por aquí y por allá, bajo los efectos del jet lag y en el apretado tiempo que queda entre la reunión con un Emperador y el viaje al siguiente país.
En la más reciente de estas declaraciones sostuvo –palabras más, palabras menos– que al Ecuador le convendría aplicar un modelo como el de Corea. Según el periódico oficial El Ciudadano, después de visitar un complejo industrial dijo que “el desarrollo que ha alcanzado este país gracias al crecimiento económico de sus empresas es un ejemplo a seguir”. Se trata, obviamente, de un cambio sustancial en su percepción, sobre todo si se piensa que hace no muchos meses alababa los logros del modelo cubano. Se podría pensar que es un cambio originado en la sorpresiva declaración del gerente-propietario de la isla caribeña, pero es de justicia reconocer que la declaración del líder de la revolución ciudadana antecedió en unas horas a aquella. Más bien, se puede suponer que venía macerando estas ideas, porque a comienzos de julio ya hizo referencia a las bondades del milagro coreano.
En efecto, en una entrevista concedida a Reuters, en Caracas, hizo una interpretación algo sui géneris del modelo coreano. Explicó en esa ocasión que “Corea del Sur demuestra la falacia del libre comercio” y “que con planificación y con crecimiento endógeno y políticas inteligentes se puede salir del subdesarrollo”. Allí, en la Meca del socialismo del siglo XXI, tomó distancia de “los ejemplos más extremos del socialismo tradicional” y aseguró que “es ineludible reconocer al mercado como una realidad económica”. Aparte de que estas declaraciones habrían sido impensables hace tres o cuatro meses, cabe considerar su contenido y sus consecuencias. Constituyen, ciertamente, un alejamiento de las proclamas socialistas de sus primeros tres años, pero no marcan una ruptura con el modelo altamente centralizado y con fuerte presencia estatal que ha venido impulsando. Basta tomar en cuenta que la mayor virtud que él encuentra en el modelo coreano –sin entrar a discutir si fue así o no– es la intervención del Estado en la economía. La nueva orientación, si es que en realidad existe, se expresaría entonces en un modelo de capitalismo estatal, con un mercado estrictamente controlado.
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El problema de todo esto es que no se puede asegurar que se trate de un cambio real, concreto y definitivo. Podría ser simplemente algo que se le ocurrió en esos momentos en que le asedian los periodistas o los estudiantes, como sucedió cuando dijo que los medios de comunicación deberían ser asociaciones sin fines de lucro. Es algo que se me ocurrió, dijo muy seguro de sí mismo.