SANTIAGO, Chile

Sudáfrica está que arde, todos han prendido el televisor y se han futbolizado a un nivel que solo cada cuatro años se percibe con tal intensidad. Desde el sur de Latinoamérica la cosa se volvió particularmente efervescente, el hecho de que la selección de Chile esté en el Mundial atenúa el fanatismo, que se evidencia principalmente en las formas de consumir el Mundial. Acá todo gira en torno a camisetas, descuentos en plasmas y entradas al cine para ver los partidos. Sin duda, el Mundial da para mucho, pero pocos se han detenido a entender qué pasa con el país anfitrión y los desafíos posMundial que deberá enfrentar. Honestamente creo que nos estamos farreando la oportunidad de entender a fondo la complejidad sudafricana, el Mundial de fútbol (al igual que las Olimpiadas) es siempre una plataforma mucho más que deportiva.

Nelson Mandela guarda un riguroso luto por la muerte de una bisnieta, nos perdemos entonces el símbolo más importante de un país marcado por el racismo y la pobreza. Sin duda, habría sido muy coherente con la política de Mandela, aprovechar el escenario del Mundial para reinstalar su filosofía de unión e integración de una forma pacífica y sin violencia como lo hizo en 1962 (al más estilo Gandhi), porque el fútbol y la política se alimentan permanentemente, eso no es una novedad, y tampoco debería extrañarnos como si estuvieran “tan” separados, mal que mal, el elegir un país africano como sede del Mundial es de importancia tanto para la FIFA como para los gobiernos cuyos equipos van de participantes.

Veintisiete años confinado a una prisión por promover la libertad de los hombres y mujeres negros de Sudáfrica no se cuentan fácilmente, sin embargo, para muchos (los de las generaciones más jóvenes, sobre todo) Mandela es un ícono casi ‘pop’, y muchos no dimensionan siquiera el impacto global de sus ideas (liberar de la opresión a la mayoría negra en el denominado apartheid). Lo más preocupante es que piensan que el racismo en Sudáfrica se ha superado. Si bien se han dado pasos gigantes, como el de nombrar autoridades negras, el hecho de que el racismo (como dimensión netamente cultural) esté instalado en este país, debe avergonzar a más de uno. Paradójicamente, el camino es en vía contraria, es el denominado “racismo inverso” es decir hacia los blancos (varios muertos y atentados a campesinos blancos ponen en evidencia el resurgimiento del racismo). Adicional a ello, un sinnúmero de políticas de discriminación positiva (pro negros) han activado la fuga de personas de raza blanca hacia Europa y Estados Unidos (se calcula un millón de migrantes al año). Una vía totalmente contraria a lo que Mandela sueña permanentemente y que se basa en la integración de razas sin represiones. El Mundial es sin duda una oportunidad más para promover con fuerza estos valores y no ser meros espectadores de partidos, de lo contrario el sueño de Mandela (que sin duda es el sueño de millones más allá de Sudáfrica) se irá disolviendo en el tiempo.