Los críticos del euro (y de la dolarización) creen que la crisis en Grecia les ha dado la razón: renunciar a una política monetaria nacional es un grave error que le puede costar caro a un país en momentos de crisis. El problema con este análisis es que considera que un banco central poderoso lo resuelve casi todo en una economía e ignora la importancia de otros factores que afectan como, por ejemplo, el creciente gasto público en pensiones y demás promesas estatales no financiadas.

Juan Ramón Rallo, del Instituto Juan de Mariana en Madrid, asevera que el problema no está en tener una moneda única que más o menos retenga valor a través del tiempo sino “en unos gobiernos que prefieren recurrir a la inflación antes que al reajuste de sus economías”.

Los ajustes propuestos por el FMI no resolverán el problema de fondo que aqueja de manera más aguda a las economías de primer mundo: sistemas de pensiones que han prometido beneficios muy por encima de lo que pueden costear esas sociedades. Como la población de países desarrollados cada vez crece a una tasa menor, cada vez habrá menos trabajadores financiando la pensión de cada jubilado.

La deuda de Irlanda, Grecia, España y Portugal a fines de 2009 ascendía a 64%, 115%, 53,2% y 76,8% de su PIB, respectivamente. Pero si le sumamos a esta deuda todas las promesas no financiadas en pensiones de jubilación, atención médica y demás subsidios estatales, la verdadera deuda de estos estados ascendía en 2004 a 405%, 875%, 244% y 492% de su PIB, respectivamente.

En 2004 José Piñera, ex ministro de Trabajo y Previsión Social de Chile, en su ensayo “¿Hundirá el Euro la bomba de tiempo de las pensiones?”, indicaba que si los europeos quieren mantener el euro tendrán que abandonar los sistemas de reparto y adoptar un sistema en el que cada trabajador sea dueño de una cuenta individual de ahorro para su jubilación.

Los países con la mayor cantidad de promesas no financiadas cada vez ejercerán más presión sobre el Banco Central de Europa para que este relaje la política monetaria, medida que será resistida por aquellos que ya se han movido en la dirección de esquemas de jubilación de ahorro en cuentas individuales.

El euro es una realidad y renunciar a él para mantener un esquema que aunque se cambie de moneda seguirá en bancarrota no es una solución, es un placebo. Mejor sería continuar con un banco central independiente (y no seguir politizándolo como se lo ha hecho últimamente) con el único objetivo de mantener la estabilidad de precios y permitir que los trabajadores europeos tengan cuentas individuales de ahorro para jubilación, cuidados médicos y desempleo. Chile hizo la reforma de pensiones en 1981 bajo el liderazgo de Piñera y los fondos de pensiones han tenido una rentabilidad promedio entre 1981 y febrero de 2010 de 9,23% al año. La deuda total de Chile (incluyendo pensiones y demás promesas del Estado) es solamente de 3% del PIB. Los ecuatorianos podríamos hacer lo mismo sin sufrir un ajuste tan severo como el que ya es inevitable para muchos europeos.