ARGENTINA |

Desde que empecé a trabajar como periodista me enteré de que hay un tesoro difícil de encontrar en la industria. Sé también que está repartido misteriosamente en algunos lugares del planeta y que es mucho más valioso que mil de cofres de monedas de oro enterrados en la arena de una playa del Caribe. Desde entonces miro por todos lados a ver si aparece y lo busco como Diógenes buscaba en Atenas al Hombre. Ese tesoro es una especie casi inhallable. Un espécimen raro, de esos que hay que coleccionar en un frasco de vidrio oscuro para saber su fenotipo y reproducirlo si se nos diera la posibilidad de fotocopiar a los seres vivos.

El tesoro más grande y más difícil de encontrar no es otro que el gerente de un negocio periodístico. Debe ser alguien que conozca muy bien la lógica de la industria y a la vez sea capaz de convertirla en un negocio. No es fácil, porque los periodistas son un desastre absoluto cuando intentan hacer negocios; y los hombres de negocios, por más masterados y doctorados que luzcan, son absolutamente incapaces de entender la lógica del periodismo. Para los periodistas los negocios esconden siempre algo turbio y para los empresarios el periodismo es la actividad más lumpen que se conozca. Unos huyen de los otros como los ladrones de la policía. Por eso, cuando encuentre a alguien que entienda de periodismo y de negocios al mismo tiempo, usted ha encontrado un tesoro que le pagará la industria con grandes monedas de oro.

El negocio del periodismo consiste en cambiar el mundo y eso es una cosa seria. Solo voy a decir ahora que eso se hace con el talento de personas de hierro, indomables, que son capaces de dedicar su vida a buscar la verdad. Porque todos queremos mejorar nuestras ciudades, nuestros países y el mundo, pero los periodistas lo hacemos con la verdad, un bien tan excelso como la vida o la libertad. A eso hay que agregar que gracias a la internet y a que todo se sabe cada día más rápido, el negocio se ha vuelto más esquivo. Ahora es como pagar la entrada al salir del teatro y no al entrar. Son las maravillas del futuro: más participación, más interacción y más democratización de los mensajes ¿Se entiende ahora por qué un gerente de un negocio periodístico es tan buscado?

Y se entiende que me haya puesto como loco de contento cuando encontré este texto en un diario del Ecuador:

“...tenemos que tener criterios empresariales de rentabilidad, porque si no, estamos subsidiando a unas cuantas decenas de muy ilustres ecuatorianos que escriban y ellos mismos se lean, porque la ciudadanía no los estaba leyendo (...) estamos perdiendo seis millones de dólares anuales (...) no ha aumentado su tiraje y hay que hacer cambios”.

A este gurú lo quiero para mi periódico, en el norte de la Argentina. Sabe de diarios y del negocio del periodismo, lo que no sabe casi nadie:

1. La primera obligación de todo periodista es ser leído.

2. Sin circulación no hay diario que aguante.

3. Sin ganancias no hay prensa independiente.

4. Para mejorar los contenidos hay que contratar talento.

5. Las ideas se combaten con ideas.

Estupendo, sea quien sea. Cuando deje lo que está haciendo, que me avise, por favor; así lo contrato para gerente de mi diario. Le aseguro que pagaré bien. Más: prometo que él mismo se pagará un buen salario y que el resto será soplar y hacer botellas.

Fuera de bromas, creo que hay que celebrar que en el Gobierno del Ecuador estén aprendiendo la lógica del negocio de los medios. Y aclaro que aún les falta la del periodismo. Si tienen honestidad intelectual, dentro de poco caerán en que es imposible el periodismo del poder, porque es como ser lobo y oveja al mismo tiempo.

El periodismo es independiente de los poderes o no es periodismo. Se puede ejercer donde se quiera mientras se respete la línea editorial que marca quien paga los sueldos y se juega su patrimonio en pos de sus banderas. Cuando nos sentimos cómodos en una empresa, los periodistas nos quedamos; y cuando algo nos empieza a incomodar, nos vamos. Los que no actúan así es porque no son periodistas sino burócratas. El que quiere combatir las ideas lo debe hacer con más periodismo, pero si lo hace desde el poder confunde los roles, porque el poder también quiere cambiar el mundo, pero con las leyes o con las armas. La verdad no es el fuerte del poder y no lo será nunca. Y mucho menos cuando es deshonesto o corrupto: en ese caso no quiere cambiar el mundo sino el grosor de su billetera.