Hace unos días leí una carta de una madre de una niña con espectro autista (Asperger) que le pedía ayuda al Vicepresidente del país para que hayan verdaderas escuelas, planteles, con maestros preparados para educar a estos chicos.

Así como ella, yo también tengo un maravilloso hijo con autismo y el mismo problema de que la inclusión educativa para estos niños en ciertas escuelas es deficiente porque se piensa erróneamente en el solo hecho de acogerlos en sus instalaciones, y basta, pero no se preocupan de capacitarse para darles la debida atención. ¿De qué inclusión educativa hablamos en el país? No es un favor o una caridad lo que hacen unos planteles; los padres pagamos por la educación de nuestros niños. Yo he visitado muchos lugares buscando una verdadera inclusión educativa para mi hijo de 7 años, y es en realidad escasa. Hay que esperar un largo cupo en algunas escuelas donde sí se ha visto un cambio positivo con los autistas.

Los autistas son extremadamente inteligentes y hay que buscar su potencial para poder sacarlos adelante. En la Constitución Política del 2008 se habla mucho de las discapacidades; el artículo 47, inciso 7, señala: “...una educación que desarrolle sus potencialidades y habilidades para su integración y participación en igualdad de condiciones. Se garantizará su educación dentro de la educación regular. Los planteles regulares incorporarán trato diferenciado, y los de atención especial, la educación especializada. Los establecimientos educativos cumplirán normas de accesibilidad para personas con discapacidad e implementarán un sistema de becas que responda a las condiciones económicas de este grupo”. Y en el inciso 8 dice más sobre “la educación especializada para las personas con discapacidad intelectual, y el fomento de sus capacidades mediante la creación de centros educativos y programas de enseñanza específicos”.

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Todo eso lastimosamente no se cumple porque algunos profesores no tienen idea de lo que significa el autismo y no se interesan en capacitarse. Muchos padres nos hemos autocapacitado; sabemos  tanto como los profesionales.

Entonces, ¿por qué esos maestros que tienen vocación no demuestran ese deseo de querer comprender a estos niños? Las terapias son escasas y costosas. Yo, gracias a Dios, por el momento puedo pagarlas, pero la situación en el país es cada vez más difícil y el dinero ya casi no alcanza; ¿qué será de mi hijo?, ¿y qué pasa con los padres que ganan salario mínimo que solo les alcanza para pagar la escuela de sus hijos, pero no las terapias? Los padres nos hemos reunido intercambiando opiniones entre nosotros, buscamos especialistas, aprendemos nuevas técnicas, nos damos apoyo, nos hemos convertido en hermanos de causa y estamos unidos porque sabemos que el autismo no es el fin del mundo; es una condición especial que cada día afecta a más chicos. Pero es hora de crear conciencia en el país porque mientras más temprano se obtenga un diagnóstico y una ayuda especializada, se los podrá rescatar e integrarlos a la sociedad. Las universidades deberían capacitar a los futuros profesionales para que ayuden a estos niños y a sus padres.

Mariuxi Bermúdez de Delgadillo,
Guayaquil