Rafael Correa sabe cómo ponernos a discutir sobre las maravillas que supuestamente hará mañana para que olvidemos los desastres que hizo ayer. Llevamos casi una semana debatiendo sobre los “comités de defensa de la revolución” y con eso hemos dejado de lado otros  asuntos que merecerían mayor atención.

No sé si ya notaron, por ejemplo, cómo el poder va cambiando de manos. La nueva Asamblea Nacional lo único que aportó hasta ahora es más desprestigio para el régimen. Y qué decir del Consejo de Participación Ciudadana, que según la Carta de la Esclavitud de Montecristi debería ser el superquinto poder del Estado. Ni siquiera conocemos bien a sus integrantes.

En cambio, hay una institución que viene del periodo anterior y que, calladita, está derrumbando el principio jurídico de que todo juicio termina cuando el juez correspondiente dicta sentencia definitiva y esta se ejecutoría. Me refiero a la Corte Constitucional, que ya ha “corregido” varias sentencias que involucraban grandes intereses. En la Corte Constitucional han ingresado estos días casi mil juicios similares para que se revise lo que ya era cosa juzgada. Eso sin mencionar la solicitud de Abdalá Bucaram de que le permitan volver.

Luego están los contratos del hermano mayor del Presidente. El Gobierno ni siquiera se ha dignado explicarnos por qué escogió la fórmula de darlos por terminados de modo unilateral, lo que según varios especialistas le costaría al Estado una millonada de dólares.

Pero tampoco es cierto que se haya iniciado el trámite para la terminación unilateral de los contratos. Lo único que hizo el Estado hasta ahora fue solicitarles a las empresas de Fabricio Correa que expliquen las denuncias de la prensa.  Un saludo a la bandera, nada más. Por eso la Comisión que el mismo régimen conformó para investigar el asunto se ha topado con un bloqueo de información absoluto.

Por último, alguien debería investigar en serio qué está ocurriendo con el crimen, porque cada semana son más los asesinatos que se cometen con el mismo patrón de dos sujetos en una moto o un vehículo que en plena vía le disparan a su víctima cuatro o cinco tiros. Más tarde se descubre que el muerto tenía alguna cuenta pendiente con la ley o con las mafias. Hace un año aproximadamente, quienes aparecían protagonizando la violencia en los barrios eran los pandilleros; pero ahora muchos de esos chicos están dedicados a otros asuntos así que su espacio lo han ocupado mercenarios del delito. Pero claro, es solo una “percepción”.

Y aquí es donde entran los comités. Porque cuando hubo que asaltar el antiguo Tribunal Constitucional para que ocupe su lugar la actual Corte Constitucional, no vimos comités  populares de amas de casa y obreros sino grupos de choque muy bien adoctrinados que  encabezaban el MPD y los “rojos” de Alianza PAIS. Ahora que Correa rompió con la izquierda, necesita gente nueva que le haga ese mismo trabajo.

¿De dónde saldrán esos nuevos matones? Quizás haya que preguntárselo a  Kléber Loor, el asesor de Correa que lleva meses tratando de reclutar a quienes antes fueron pandilleros para convertirlos en “revolucionarios”. Loor no ha sido muy efectivo, es cierto, pero dispone de muchísimo dinero, y así cualquiera consigue que quien se volvió pacífico regrese a la violencia, para que “defienda” la revolución.