“En sus obras se descubre el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana y las fuerzas que entran en confrontación en habitaciones cerradas”. Así se refirió el anfitrión del Premio Nobel 2005 al dramaturgo británico Harold Pinter, al entregarle el premio. Pinter falleció de cáncer el año pasado y gracias a Jaime Tamariz, joven y quijotesca figura de un quehacer cultural guayaquileño que demasiadas veces voltea las espaldas a visiones teatrales de relevancia mundial, ha llegado a nosotros El amante, en una versión tan especial como su extraordinaria ambientación en una de esas viejas casas solariegas de Las Peñas.