El presidente Correa denomina a su gobierno de la “revolución ciudadana”: la ciudadanía toma el poder que antes ejercía la “partidocracia”. Subordina los mandatarios elegidos al pueblo que directamente ejerce el poder a través del Consejo de Control Social, entre otros mecanismos.
En lo económico se privilegia a las organizaciones de pequeños productores, comunas, cooperativas, y otras formas de asociación en conjunto denominadas “sector solidario”; al sector de empresas de capital privado se lo tolera pero relega.
Esta “revolución ciudadana” se enmarca dentro de un nuevo movimiento, que surge en América Latina con Hugo Chávez en Venezuela, que demostrará que el capitalismo globalizado está equivocado.
El movimiento ha prendido en Bolivia y en Ecuador de la mano de Evo Morales y Rafael Correa y mantiene cercanos nexos con la Argentina de los Kirchner. Casi capta el poder en México con López Obrador y en Perú con Ollanta Humala. A este movimiento se asimilan las FARC.
En lo internacional, se busca derrotar al capitalismo globalizado que lidera Washington; de ahí la alianza con el gobierno de Irán, líder de la oposición a la globalización. A pesar de que Irán es una teocracia, que sufre de un aislamiento internacional por tener un programa de armas atómicas, y que su presidente niega que Hitler haya cometido genocidio contra el pueblo hebreo.
Pero hay un enfoque alternativo: hay quienes ven en el “socialismo del siglo XXI” una reedición del proteccionismo latinoamericano caduco de siempre, la renuencia a aceptar los derechos a la propiedad, a mantener una política económica responsable y coherente, el populismo de Perón, el experimento de Velasco Alvarado en Perú, y la demagogia de otros populistas de la región: la misma chola con otra pollera.
Incluso el matrimonio del populismo y el marxismo no es invento de Chávez. Lo estrenó en Nicaragua Daniel Ortega, hoy adherido al bolivarianismo.
Pero el más exitoso y duradero de estos líderes es el africano Robert Mugabe. En 1980, cuando Rhodesia del Sur se independiza como Zimbabue, el marxista Robert Mugabe derrota a los otros líderes de la guerrilla proindependentista y ejerce el poder absoluto desde entonces.
Un reciente artículo en The Wall St. Journal de Stephen Haber, investigador de The Hoover Institution, se adhiere a esa visión. Los verdaderos revolucionarios de Iberoamérica, sostiene, son los países que se manejan coherentemente, como Chile desde hace décadas, y más recientemente Brasil, Perú y México, entre otros. Han roto con la tradición del populismo y la demagogia, crean oportunidad económica, movilidad social, democracia política, y avanzan firmes a convertirse en países desarrollados.
Para Haber, la caída del precio del petróleo es el comienzo del fin de Chávez. Ha destruido la economía y perdido la fuente de ingresos ilimitados para mantener a sueldo a su base electoral, cuyas expectativas no podrá cumplir. “O imprime moneda o cierra las importaciones; ambas afectan a los pobres”, sentencia.
El tiempo dirá si el chavismo es producto de la evolución de la historia, como creen sus adherentes, o un anacronismo que futuros historiadores relegarán, echarán al tacho, como se estima en el resto del mundo.