El presidente Obama acaba de dar vuelta a una página de ignominia para la ciencia, aquella que prohibía la utilización de fondos estatales para las investigaciones con células madres.
Cuando, al ser fecundada la mujer, el espermatozoide penetra en el óvulo, esta célula adquiere la capacidad de autorreproducirse, primero en dos células nuevas, cada una de las cuales se reproduce en otras dos y así sucesivamente, hasta formar al embrión. Esta es la llamada fase de multiplicación o reproducción celular, que más tarde dará paso a otra fase, la de diferenciación celular. Durante la diferenciación, unas células se convertirán en nerviosas, otras en musculares, otras en células sanguíneas y así hasta formar los tejidos y órganos del cuerpo, con células que han ido madurando y especializándose. Estas células, especializadas y maduras (salvo excepciones), pierden totalmente la capacidad de autorreproducirse. Muchas de ellas están condenadas a morir.
Pero volvamos al periodo inicial del desarrollo de un ser: las células que existen en dicho periodo son las llamadas células madres. Estas células madres subsisten en el espesor de las vértebras, en la llamada médula espinal, y pueden, ellas sí, reproducirse a todo lo largo de la vida del hombre o del animal vertebrado. Tales células son las madres de los glóbulos rojos y de la variedad de glóbulos blancos de la sangre. Todos los días mueren grandes cantidades de estas células sanguíneas, pero son reemplazadas por otras nuevas. Asimismo, las células superficiales de la piel se convierten en escamas que perdemos por millones todos los días. Pero la epidermis se regenera a diario, gracias a células madres que subsisten en la capa profunda de la piel.
Así pues, las células madres conservan a lo largo de la vida del ser la asombrosa capacidad para autorreproducirse y transformarse en las muy diversas células especializadas del cuerpo. Y es esta capacidad la que puede ser aprovechada por la ciencia y la tecnología médica para el tratamiento de algunas enfermedades graves, como ciertas clases de parálisis o (en un futuro) para reemplazar tejidos y órganos enfermos o muertos. Hace algunos años los científicos comenzaron sus investigaciones en este sentido.
Desafortunadamente, por temores, por prejuicios de carácter religioso, por ceguera ante las evidencias (igual a lo demostrado en su negativa a firmar los tratados de Kioto contra el calentamiento global), el gobierno de Bush decidió prohibir tales investigaciones, lo que constituyó un duro golpe para los científicos norteamericanos. En cambio, en varios países europeos y asiáticos, donde nunca se prohibieron sino que se impulsaron dichas investigaciones, se han dado pasos decisivos en el campo terapéutico. En Latinoamérica, un país que ha progresado en estudios de las células madres es Brasil.
Congratulémonos pues por la medida del presidente Obama, que reivindica a la ciencia y a los denodados investigadores estadounidenses.