Se acerca a la botica y pide dos pastillas de Adisar, un medicamento que solo se vende por prescripción médica y con receta. Anabel, una adolescente de 16 años que luce un vestido blanco de uniforme y lleva una mochila, compra sin problema este fármaco, cuya demanda ha registrado un aumento del 20%, según los propietarios de al menos trece farmacias del norte, centro y sur de la urbe.