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Aún no sabemos si estas medidas van a funcionar. Sin embargo, por fin, a la política la impulsa una visión clara de lo que se necesita hacer. Lo que plantea una pregunta: ¿por qué esa visión clara tuvo que provenir de Londres y no de Washington?

¿Ha salvado al sistema financiero mundial el primer ministro británico Gordon Brown?

Está bien, la pregunta es prematura –aún no sabemos la forma exacta del rescate financiero planeado para Europa o, para el caso, el de Estados Unidos, ni qué decir de si funcionarán en realidad–. No obstante, lo que sí sabemos es que Brown y Alistair Darling, el canciller del Exchequer (el equivalente al secretario del Tesoro estadounidense), han definido el carácter del esfuerzo mundial para el rescate, y los demás países ricos juegan a yo te alcanzo.

Es un giro inesperado de los acontecimientos. Después de todo, el gobierno británico es un socio muy júnior cuando se trata de asuntos económicos mundiales. Es cierto que Londres es uno de los grandes centros financieros del mundo, pero la economía británica es muchísimo más reducida que la estadounidense, y el Banco de Inglaterra no tiene nada parecido a la influencia ni de la Reserva Federal ni del Banco Central Europeo. Así es que no hay que esperar que Gran Bretaña tenga un papel de liderazgo.

Sin embargo, el gobierno de Brown se ha mostrado dispuesto a pensar claramente sobre la crisis financiera, y actuar con rapidez en función de sus conclusiones. Y esta combinación de claridad y decisión no ha tenido equivalente en ningún gobierno occidental, nuestro país menos que ningún otro.

¿Cuál es la naturaleza de la crisis? Los detalles pueden ser insensatamente complejos, pero lo fundamental es bastante simple. Cuando reventó la burbuja de la vivienda, se generaron grandes pérdidas para todos los que compraron activos respaldados con pagos hipotecarios; estas pérdidas han dejado a muchas instituciones financieras con demasiadas deudas y muy poco capital para otorgar créditos que necesita la economía; las instituciones financieras en problemas han tratado de cumplir con sus deudas e incrementar su capital vendiendo activos, pero esto ha provocado que bajen sus precios reduciendo su capital aún más.

¿Qué se puede hacer para contener la crisis? La ayuda a los propietarios de casas, aun cuando deseable, no puede prevenir grandes pérdidas sobre los préstamos de mala calidad, y, en cualquier caso, su efecto será demasiado lento como para ayudar en el pánico actual. Entonces, lo natural que hay que hacer –y la solución adoptada en muchas crisis financieras anteriores– es resolver el problema del capital financiero inadecuado, haciendo que los gobiernos proporcionen más capital a las instituciones financieras a cambio de una parte de la propiedad.

Esta especie de seminacionalización temporal, a la que con frecuencia se le denomina “inyección de capital propio”, es la solución que defienden muchos economistas; y fuentes dijeron a  The Times que también es la que prefiere en privado Ben Bernanke, el gobernador de la Reserva Federal.

Sin embargo, cuando Henry Paulson, el secretario del Tesoro, anunció su plan de rescate de 700 mil millones de dólares, rechazó este camino evidente, diciendo: “Eso es lo que se hace cuando hay una bancarrota”. En cambio, hizo un llamado a que el gobierno comprara títulos tóxicos respaldados por hipotecas, con base en la teoría de que... en realidad, nunca quedó claro cuál era su teoría.

Entre tanto, el gobierno británico fue directo a la esencia del problema –y se movilizó para resolverlo a una velocidad asombrosa–. El miércoles de la semana pasada, los funcionarios de Brown anunciaron un plan para una importante inyección de capital propio para los bancos británicos, respaldada con garantías sobre la deuda bancaria, que tendría que reactivar los créditos entre bancos, una parte crucial del mecanismo financiero. Y los primeros fondos comprometidos llegaron el lunes, cinco días después del anuncio del plan.

En una reunión cumbre europea especial realizada el domingo, las principales economías continentales de Europa se declararon, en efecto, listas para seguir el ejemplo británico, inyectando cientos de miles de dólares a los bancos y garantizando sus deudas. Y, qué creen, Paulson –se podría decir que tras perder varias semanas preciosas– también ha invertido el curso, y ahora planea comprar participaciones del capital en lugar de títulos de hipotecas de mala calidad (aunque aún parece moverse con una lentitud nefasta).

Como dije, aún no sabemos si estas medidas van a funcionar. Sin embargo, por fin, a la política la impulsa una visión clara de lo que se necesita hacer. Lo que plantea una pregunta: ¿por qué esa visión clara tuvo que provenir de Londres y no de Washington?

Es difícil evitar el sentido de que la respuesta inicial de Paulson estuvo distorsionada por la ideología. Hay que recordar que trabaja para un gobierno cuya filosofía gubernamental se puede resumir como “privado bueno, público malo”, lo que debió dificultar afrontar la necesidad de que el gobierno tuviera la propiedad parcial del sector financiero.

También me pregunto qué tanto de la burocratización del gobierno bajo el presidente Bush contribuyó al manejo torpe de Paulson. Sacaron a todos los profesionales entendidos en todo el Poder Ejecutivo; es posible que no haya quedado nadie en el Tesoro con la estatura y antecedentes para decirle a Paulson que no tenía sentido lo que estaba haciendo.

No obstante, afortunadamente para la economía mundial, sí tiene sentido lo que están haciendo Gordon Brown y sus funcionarios. Y es posible que nos hayan mostrado el camino para transitar por esta crisis.

© The New York Times News Service.