-Respeto de su existencia.

 -Respeto de sus ciclos vitales, para que estos no sean alterados por agresiones humanas. -Respeto de la regulación de la composición de la atmósfera y de la temperatura, por las que la tierra pueda ser soporte de vida y de desarrollo sostenible.

¿Cuáles son las causas del irrespeto, que está dificultando a la tierra el ser cuna de vida y hogar de crecimiento armónico? 1) Un concepto de derecho, desligado del correspondiente deber. 2) La idea  pagana, anticristiana de propiedad sin hipoteca social, como facultad de usar y de abusar. 3) Entender el poder y la autoridad como derecho de servirse de los otros y no como llamado a servirlos. El derecho de considerarse fuente de derechos.

Históricamente hay pasos hacia el reconocimiento de derechos: -El reconocimiento de la personalidad y, en consecuencia, de la libertad del esclavo. -El reconocimiento de la igual dignidad de la persona de la mujer y de los derechos correspondientes a su identidad  y funciones específicas. -La señalización de derechos a entes anónimos de diverso tipo.  Notemos que en todos estos reconocimientos está como sujeto la persona humana. La naturaleza no es persona.

Preguntémonos: ¿Se da solución al problema del irrespeto, estableciendo “derechos” de la naturaleza? ¿Puede esta ser sujeto de derechos y de las correspondientes obligaciones?

Una cosa es normar la obligación de las personas humanas de respetar la naturaleza; otra es establecer “derechos” de la naturaleza.

Sin la corrección de las causas del irrespeto habrá solo declaración, no solución. La corrección pasa por una educación humana integral.

Junto a la buena intención de muchos asambleístas hay en algunos un rescoldo de panteísmo, opuesto a la sabiduría judeocristiana.

Las imágenes del Génesis (1,26 y 2,20) nos dicen que el ser humano es al mismo tiempo hijo de la naturaleza y señor de la misma. La revelación nos descubre que la Tierra es la capital del universo y que la humanidad es su corona (carta de Pablo a los Colosenses 1,15).

No se puede negar el influjo histórico de la sabiduría judeocristiana en la superación de la esclavitud, en el reconocimiento de la igualdad en dignidad y del derecho de dar su aporte específico a la sociedad entre el varón y la mujer. La sabiduría judeocristiana invita a que el señor no sea dominador ni explotador, sino servidor; invita a una vida solidaria, no solo con los seres de hoy sino también con los de mañana; señala que el derecho de propiedad tiene una hipoteca social.

Las leyes son importantes en el progreso de los pueblos; pero mucho más importante es la educación integral, la toma de conciencia de la propia dignidad, de derechos y deberes.

Aun al margen de las enseñanzas de fe, reducir al hombre y a la mujer a una más de las cosas de la naturaleza les priva del indispensable aliento de lo infinito.