En el Día de la Raza, el campesino costeño exhibe su valentía, audacia y el donaire de sus mujeres.

Al grito de “arajo, aja, jo”, un grupo de vaqueros dirige a una treintena de vacas hasta el corral. Las palabras o monosílabos, que para el afuereño no tienen sentido, consiguen que las reses entren a un cercado.