La ola de violencia desatada por el crimen organizado en Sao Paulo en los últimos cuatro días dejó más de 115 muertos y 53 heridos, informaron ayer las autoridades.

Los primeros ataques, de un total de 251, se registraron el viernes pasado, como una represalia de la mafia de reclusos Primer Comando de la Capital (PCC) por el traslado a prisiones de máxima seguridad de 765 presos, entre ellos los cabecillas de la banda.

Policías armados patrullaban la ciudad en la mañana de ayer, cuando volvieron a las calles los servicios de autobuses, la mayoría suspendidos por la ola de violencia.

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Los servicios de transporte volvían lentamente a funcionar, mientras la circulación de automóviles y peatones se acercaba a la normalidad.

La policía estableció puestos de vigilancia en las terminales de autobuses y sus principales recorridos, según un portavoz de la entidad que controla el transporte de Sao Paulo.

Tras cuatro días, se contabilizaron 80 autobuses incendiados, 15 agencias bancarias  atacadas a balazos o con bombas molotov; y atentados contra un garaje de ómnibus y una estación del tren.

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Entre los muertos hay 40 miembros de los organismos de seguridad, de los cuales 23 son policías militares, seis agentes civiles, tres miembros de la Guardia Civil Metropolitana y ocho carceleros, además de cuatro civiles, según la Secretaría de Seguridad Pública paulista.

Los otros 71 eran criminales que murieron en los enfrentamientos con la policía.

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El balance de las autoridades no hace mención a cerca de una decena de presos que, según la policía, murieron a fines de semana en las rebeliones simultáneas comandadas por miembros del PCC en 73 cárceles paulistas y que terminaron ayer.

El PCC controla decenas de cárceles de Sao Paulo, desde donde sus cabecillas, por medio de teléfonos móviles, ordenan con frecuencia rebeliones de presos y ataques.

La Secretaría de Seguridad Pública informó que en la reacción policial a los ataques han sido detenidos 115 sospechosos, a los cuales se les confiscaron 113 armas.

La violencia, que ayer provocó pánico en Sao Paulo y obligó a escuelas, comercio, fábricas y oficinas a suspender sus actividades, dio una tregua, según un comunicado de la Policía Militar.

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Los últimos ataques se registraron la  madrugada de ayer contra tribunales y viviendas de policías en las ciudades de Sao Paulo, Osasco, Campinas y Batataes, y dejaron cinco delincuentes abatidos.

Con la disminución de la violencia, Sao Paulo, la ciudad más populosa de Brasil, con 18 millones de habitantes en su área metropolitana, comenzó a volver lentamente a la normalidad, aunque en las calles se percibía poco movimiento y una tensa calma.

Las autoridades desmintieron versiones de prensa, según las cuales los ataques y las rebeliones de presos mermaron, porque hubo un acuerdo con los líderes del PCC.

El delegado general de la Policía Civil de Sao Paulo, Marco Antonio Desgualdo, afirmó que “no se puede hacer acuerdos con bandidos”.