Con la misma vehemencia con la que Zurita “blinda mediáticamente” el teléfono del asesinado candidato presidencial Fernando Villavicencio, la Fiscalía resalta el blindaje que le asiste al testigo protegido que sorpresivamente –al cierre de campaña– declara que el culpable de aquel asesinato es “el Gobierno de Correa”.

En ambos casos hay un mismo interesado en que, mientras esta siembra de incertidumbres se aclare, las elecciones habrán pasado. Así, nos queda solo especular: como la posibilidad de que el testigo, ya inútil, corra similar suerte. Si de borrar huellas también se trata, ¡borrón y cuenta nueva! Interesados, digo, en que nos comamos el último relato grosero con la memoria del candidato inmolado y la inteligencia de los ecuatorianos.

Definitivamente nos hemos extraviado como país; acostumbrándonos a la curva creciente de muertes violentas; la de desestabilización del servicio y administración de lo público; a la desfachatez de un sistema judicial al que no le interesa ni ser ni parecer; una incomunicación vial en crecimiento, afectando a la producción y la exportación…

El 9 de agosto muere por sicariato, en Quito, Villavicencio. Siete de los autores materiales del asesinato mueren el 6 de octubre en dos cárceles, es decir, bajo la custodia penitenciaria del actual Gobierno. Al día siguiente entra en escena un “testigo protegido” para señalar a través de vocerías que ¡la culpa es del Gobierno de Correa! (gobierno de Correa: 15 de enero de 2007-24 de mayo de 2017. Referencias similares obtenidas en Google: 11,9 millones de resultados encontrados en 0,34 segundos).

Nunca antes se ha sentido tanto la necesidad de un periodo de silencio electoral y reflexión del voto...

Se pone en evidencia que la Fiscalía se vuelve extremadamente eficiente siempre que se trata de casos políticos al borde de elecciones presidenciales. Ya bastante tiene el país con esta incertidumbre que ha puesto a girar a todo y todos en una oscura campaña política, mientras el trabajo sigue precarizado desde tiempos de pandemia; mientras un ministro nos manda a rezar a “diosito” para evitar los apagones en el sector energético; mientras señalamientos de presuntas infiltraciones mafiosas en diversos niveles del Estado nos ponen en indefensión.

El recordado arzobispo de Cuenca Alberto Luna Tobar solía decir que para el pueblo llano y sencillo la única participación directa en esta “limitada democracia” es acudir a las urnas. Democracia limitada la llamaba. Pero al menos era la oportunidad para reivindicarla. Y allí un periodismo honesto tiene papel protagónico: los medios, el periodismo son el mecanismo que relaciona al gran público con la política; pero cuando la intención es conquistar y persuadir a esos públicos con determinados relatos, la política electoral se atora en el escándalo mediático gratuito.

Nunca antes se ha sentido tanto la necesidad de un periodo de silencio electoral y reflexión del voto tras las recientes denuncias periodísticas al estilo globos de ensayo. Habrá que reparar sobre los intereses de los que atravesaron un punto de no retorno por sus gravísimas acusaciones. Las actuales condiciones lo exigen para no quedar ni como ingenuos ni como pendejos. (O)