Las personas más brillantes en el mundo se destacan de otros no solo y únicamente por sus logros académicos, profesionales o empresariales, sino también por su capacidad de influir emocional y positivamente en los demás.

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Necesitamos en el mundo más personas así, que inspiren a otros a alcanzar su máximo potencial, que enseñen a gestionar adecuadamente nuestras emociones para que podamos mejorar nuestras relaciones interpersonales, ya sea en el trabajo, en el hogar o con nuestras amistades. Todos merecemos una vida emocionalmente saludable.

Existen dos tipos de emociones: las positivas y las negativas (perturbadoras o tóxicas). Cuando una persona suele presentar estas emociones tóxicas, se genera un estado de alerta en todo su cuerpo, secuestra por completo su cerebro y queda expuesta a cometer errores, como por ejemplo decir palabras hirientes o agresivas en contra de la otra persona que está en ese momento discutiendo y provocando. Al final de la discusión y cuando se empiezan a desvanecer las emociones tóxicas es cuando aparece el arrepentimiento de “¿Por qué dije eso?” o “No sé en qué estaba pensando cuando lo dije”. No, realmente no estabas pensando, porque tu cerebro estaba secuestrado por las emociones tóxicas.

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¿Recuerdas alguna decisión que hayas tomado mientras estabas muy enfadado, lo recuerdas? Estas emociones tóxicas cuando llegan te producen mucho estrés, te suben la presión arterial, te late más rápido el corazón, te duele la cabeza, sientes alterado todo el cuerpo. Entonces: ¿cómo puedes tomar una decisión importante si tu mente y cuerpo se encuentran en estado de alerta?

Permíteme darte unos consejos muy fáciles de poner en práctica para que puedas regular tus emociones:

Primero, la autoconciencia. Debemos ser coherentes en lo que sentimos, expresamos y decimos. Las emociones llegan primero y luego se desarrollan los pensamientos; entonces, lo ideal sería que tengamos conciencia de nuestras emociones y convertirlas en buenos pensamientos.

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Segundo, la autorregulación. A todos nos cuesta muchísimo controlar nuestros impulsos y evitar conflictos; preferimos confrontar e iniciar una guerra con palabras ofensivas, ¡y ya sabemos cómo terminará! El desafío siempre será mantener comportamientos estables para comprender a la otra persona que está teniendo un ataque de emociones negativas.

Tercero, la motivación. Una persona motivada es una persona positiva, que tiene la habilidad de ver las situaciones desfavorables como circunstanciales, y que dependerá de ella que las pueda transformar, mejorar y convertirlas en favorables para su bienestar.

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Cuarto, la empatía. Esta es la capacidad fundamental para que los seres humanos no se hagan daño entre sí. Significa sentir lo que las otras personas sienten y sin la necesidad de decirnos.

Y, finalmente, el arte de relacionarnos con otras personas. Los seres humanos tenemos ese poder, esa energía para transmitir a través de nuestros sentimientos y emociones ondas de positividad a todo aquel que se encuentra a nuestro alrededor. Ahora ya sabemos por qué buscamos a personas positivas para sentirnos tan bien con su sola presencia.

Sea afable que los problemas sobran

La inteligencia emocional está tomando cada vez más fuerza y se está considerando como un aprendizaje indispensable en las escuelas y colegios. Definitivamente, toda persona debe aprender la forma de controlar, manejar y regular las emociones para utilizarlas de manera saludable y generar conexiones memorables y perdurables. (O)

Juan Diego Salinas Ochoa, coach motivacional, Babahoyo

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